Miguel Ángel Ferrer en Rumbo de México

Que un dócil y arribista burócrata como José Barnés se ponga del lado de los privatizadores del petróleo apenas resulta lógico. Es lo que cabe esperar de un célebre promotor de la privatización de la educación superior. Mas no es lo que cabría esperar de un científico de prestigio mundial como el Premio Nobel de Química, Mario Molina.
Pero el ego, la ambición de dinero, la necesidad de atención pública y la vanidad incontrolada pueden hacer que hasta la cabeza más lúcida produzca ideas siniestras. Y pueden lograr igualmente que un hombre de innegable talento se rebaje, en sus cortesanías al gobierno, hasta el nivel de un grotesco personaje como Barnés, quien, no se olvide, fue vergonzosamente echado de la Rectoría de la Universidad Nacional.