Publicado en Rumbo de México

A pesar de todas las evidencias que indican el altísimo costo que para el PAN como partido está teniendo el respaldo al Gobernador de Jalisco, en el blanquiazul de Germán Martínez Cázares no se advierte ninguna señal de preparar un desmarque, aunque sea gradual, del nuevo miembro del club de la pintoresca política mexicana.

Contrario a lo que señalan quienes aseguran que los personajes como Rubén Figueroa, padre e hijo, son cosa del pasado, Emilio González Márquez ha demostrado, en apenas poco más de un año en el cargo de gobernador, que la prepotencia, la intolerancia, el cinísmo, la fanfarronería y la ignorancia, son defectos que acompañan por igual a políticos de todas las filiaciones partidistas, de todas las orientaciones ideológicas, y por desgracia también de todas las épocas.

Formado en el seno del desaparecido Partido Demócrata Mexicano, pero incorporado al PAN por la parte más conservadora del blanquiazul, González Márquez no necesitó de mucho tiempo para dejar bien en claro dónde están sus verdaderos compromisos. Ha usado el erario estatal para beneficiar con muchos millones, lo mismo a las empresas televisoras que han recibido “su dinero” en forma de grandes “donativos” o “inversiones de promoción”, que a varias ONG naturalmente vinculadas muy de cerca a la iglesia Católica.

González Márquez es uno de esos entusiastas promotores del cambio que, convencidos de que el país no es como debe ser, han decidido empeñarse en modificarlo. Y como la escala de valores nacional, esa que se encuentra en las leyes vigentes según lo ha sostenido el propio Germán Martínez Cázares, simplemente no le agrada, ha construido la suya propia. En esta, el laicismo no es ni una conquista, ni un logro, ni un referente. Es un obstáculo del que él considera el México anacrónico. Para el gobernador jalisciense la tolerancia a la crítica no es un valor de la democracia sino un signo de debilidad. La transparencia no es un compromiso sino una concesión graciosa de la autoridad, y el manejo escrupuloso de los recursos públicos no es una obligación sino una ocurrencia. Con ese credo propio, y con la absolución por adelantado del cardenal Juan Sandoval Íñiguez, su protector y guía espiritual, Emilio González Márquez se ha convertido en el nuevo cruzado de la teología de la enajenación, sustentada en principios filosóficos tan sólidos como mentada de madre que ofreció por respuesta a sus críticos cuando, en estado de ebriedad, entregó uno de sus más recientes donativos a la causa eclesiástica.

Aparte está el hecho de que ahora se ha documentado que además de promotor de obras pías, González Márquez es también un entusiasta consumidor de contrabando y mercancía falsificada. Las bolsas que regaló a las madres de su oficina en su día eran copias de originales de una marca exclusiva de accesorios. Y por el precio que según su oficina de prensa costaron, no queda más que concluir que si el gobernador no fue dispendioso comprando bolsas de 1,800 pesos para agasajar a sus empleadas, entonces tuvo que meterse a la cadena de la piratería y el contrabando, pues sólo así pudo adquirirlas en apenas 400 pesos.

Por increíble que pueda parecer, por mucho menos de lo que ha hecho el Gober Pirata, cualquier mandatario estatal era obligado a solicitar licencia en los años del autoritarismo priísta. Sin embargo, en los tiempos del cambio, con la democracia panista a todo lo que da, no hay quien le ponga un hasta aquí a los abusos y excesos de este personaje, pues Germán Martínez Cázares está muy ocupado persiguiendo al fantasma de López Obrador en el debate de la reforma energética, para poner orden en su propio partido.

n aenvila@editorialmac.com.mx